Diario de una escritora

 

Ay…… Cuántos días sin vernos. Qué ganas tenía de escribir. De escaparme por aquí con vosotras/os, como se dice ahora. En este espacio, al que llamo blog, me siento protegida. Siento que es como una especie de diario orgánico a través del cual me comunico con gente a la que realmente le interesa leer lo que escribo. Como si me eligieran a mí entre un millón de opciones en un menú abarrotado de cosas deliciosas. Gracias por estar ahí. Ojalá ahora pudiera tomarme un café contigo, pero sigo.

He recibido muchos comentarios muy buenos por estar retomando este blog y pese a estar constantemente trabajando la “no necesidad de aprobación”, tengo que reconocer que me anima de una manera sana y positiva a continuar escribiendo. A ejercitar dicho oficio. Igual que ir al gimnasio o a pilates, yo siento lo mismo cuando termino un post. Me sienta muy bien. Sobre todo porque me ayuda a conectar con mi faceta de periodista. Con la misma niña que en 2011 escribía su blog, que por cierto, era muy de este estilo. Posts de “lifestyle”. Luego ya todo tuvo nombre y etiqueta, pero en aquel momento, para mi era este mismo juego. Contar mis tonterías.

Me gusta no tener días concretos en los que publicar, ni estrategia, ni marcas que promocionar, ni deadlines. Hasta veo con paciencia, que el menu todavía sigue mal, pero ¿y qué más da? Realmente ni yo, que he sido altamente exigente con este tipo de cosas, me inmuto. Ya estamos en otra era. Crear contenido debería de ser esto. Hacerlo desde el corazón. Lo que te salga. Lo que te brote. Sin tanto plan de Marketing.

Me ayuda mucho el lema de “aporta o aparta” que hablé con Clara Díez el otro día. Me gusta mucho ella. Y su proyecto Formaje. Y todo lo que transmite. La serenidad. El esfuerzo. La inteligencia. Creo que estamos tan saturados/anestesiados de lo “estético”, de lo que el autor Japonés Tanizaki llama “el alumbrado abusivo de Occidente” que recibo con alegría esta nueva etapa y por ello os comparto una de mis páginas favoritas de su libro: “Elogio de la sombra”, donde podríamos comparar lo estético con la luz y lo psicológico con la sombra. Y de cómo el más poderoso aliado de la belleza siempre fue la luz, pero ya, en semejantes dósis, hasta el más esteta del mundo, termina aborreciéndola y prefiere en su lugar, algo de sombra. Aunque solo sea por cambiar.

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