Felices Vacaciones

El otro dia leí un texto de Leti Sala sobre el verano que me encantó. Mostraba su aversión al mismo y su firme creencia en que, para la gente hiperactiva-creativa, es un fastidio. Una obligación a parar, de golpe y por que sí. Porque llegó Agosto.

Pues bien, hace unos días tuve una conversación de estas un poco incómodas con una amiga a la que invité a pasar unos días en mi casa este verano y me dijo: pero si voy, no trabajes ¿eh? Fue una cosa espontánea pero me lo repitió unas cuantas veces y entonces comprendí que era mejor que no viniera y luego ella también, de manera que la cosa terminó relativamente bien. Os estoy dando la versión muy sintetizada pero me gusta esta anécdota para comprender de que va todo esto. Porque además el 90% de veces que nos quejamos de algo que nos hacen es porque nosotros también lo hacemos.

Y aquí ya me meto en un mandamiento obligatorio para el verano: “vive y deja vivir”, que frase tan sabia la de nuestros queridos Timón y Pumba. Creo que, algo que deberíamos intentar llevar a cabo este verano: con novios, maridos, amigos, padres, hermanos y cuñados con los que nos toque convivir es: respetar. Respetar lo que al otro le haga feliz. Sea lo que sea. En verano es un momento perfecto para ensayar este ejercicio. Porque habrá algunos que quieran ir a hacer kite, otros yoga, otros leer, otros salir, otros jugar al parchis y otros, trabajar.

Fijaros, el tema del trabajo es un tema muy personal. Cuánto es mucho. Cuánto es poco. Cuándo y cómo. Cómo y cuándo. Todos tenemos, en general, un trabajo que nos mantiene ocupados. Y cada vez estoy más convencida, que Agosto es el peaje a pagar, para los que trabajamos en algo relacionado con nuestra pasión.

Esta historia me permitió proponerme no intentar controlar la felicidad de la gente. Intentar detectar con “red flags” lo que me sienta bien a mí, mi propia felicidad, que al final del día, como diría Ramiro Calle, está en conseguir la máxima paz interior posible, sea el mes que sea.

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